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SIMBOLISMO ASTRAL
Propósitos Psicológicos, Volumen III - Tomo XVIII
Por: Dr. Serge Raynaud de la F.
Naturalmente, la Astrología tal como la hemos expuesto en nuestra obra especial dedicada a ese efecto (Tablas de posiciones planetarias” editado en México en 1948 y principalmente la segunda edición aumentada y corregida, publicada bajo el título “Documentación Astrológica” en Argel en 1953), es en nuestros días, casi universalmente aceptada. Pero no es menos cierto que los detalles sobre la influencia que los planetas pueden ejercer sobre el destino de los hombres son todavía muy discutidos. Sin embargo, aunque proveniente de métodos empíricos, esos conocimientos tienen tanto valor como aquellos de la medicina, por ejemplo, extraídos por otra parte, de métodos similares.
Se concibe muy bien que ciertas personas están sujetas más que otras al “mareo”, debería ser lo mismo para aceptar las predisposiciones astrales que hacen que tales o cuales personas sean influenciables a las “olas cósmicas”. Por otra parte, nos inclinamos más en nuestros días sobre las cuestiones de “psicosis” (temores, miedo, aprensiones, movimiento de muchedumbres, inconsciencia colectiva, etc...) que hacen reaccionar a los hombres de diferentes maneras según su temperamento, carácter y estado de su psiquismo en general; o precisamente sabiendo que los otros son influenciables a las formas variadas de vibraciones, no es más posible negar que las radiaciones de esos enormes mundos tengan igualmente ondas capaces de tocar el elementos físico–psíquico de los individuos.
Lejos de suprimir el “Libre–Arbitrio”, los astrólogos aconsejan sobre las épocas fastas o nefastas, las posibilidades que son reservadas según la marca astral del nacimiento; esa especie de “Determinismo” se halla comprendido en el mismo sentido que la dificultad que tendría un mudo para hablar o un ciego para ver.
Cada raza de individuos posee cualidades bien específicas así como cada “raza astral” presenta su carácter inherente al signo zodiacal de nacimiento, etc... De todas maneras, al mismo título que la educación, el medio ambiente, etc... pueden transformar a un individuo; los pasajes sucesivos de los planetas, la orientación celeste, etc... son capaces de “moldear” al nativo de tal signo, en un personaje que presenta características diferentes. Pero ante todo, repitamos para aquellos que lo ignoran: los 12 signos del Zodiaco no son los únicos elementos que constituyen la base de las deducciones psico–astrológicas. Sería inadmisible considerar a los seres según 12 “nacionalidades zodiacales”... El carácter de un hombre no concluye según la nacionalidad o solamente su ascendencia familiar; de la misma manera sucede en astrología, en la cual el signo zodiacal de nacimiento no tiene mayor importancia que el signo del Ascendente en el Cielo de natividad o aún que el planeta “dominante”: es siempre el conjunto de todas las coordenadas lo que hace un carácter, una predisposición o una experiencia en evidencia.
Decir “yo soy de tal signo” viene a ser lo mismo que decir: “yo soy de tal país”, pero en fin, ser “Aries”, ser “Taurus”, ser “Géminis”, define tan poco como anunciar “yo soy alemán”, “yo soy español”, o “yo soy americano”...
Haber nacido bajo tal signo zodiacal significa que el Sol en su movimiento aparente estaba de paso en esa zona de la eclíptica, lo cual se produce cada año en una época semejante (todos los años, del 21 de Marzo al 20 de Abril el Sol se encuentra aparentemente bajo el signo del Cordero; del 21 de abril al 20 de mayo, bajo el del Toro, etc...). Asimismo durante esos treinta días más o menos que el Sol “queda” en esa porción del Zodiaco, deben necesariamente nacer varios millones de personas que ciertamente no tendrán el mismo destino, sino a lo más, una pequeña parte de características mínimas que se asemejan.
Se trata pues de saber primeramente el año, ya que el Sol no “regresa” exactamente al mismo punto de su pista; el día exacto, ya que en un mismo signo zodiacal hay cada grado diferenciando la influencia y en fin, la hora y sobre todo el lugar, quienes van a dar la orientación general al mapa natal horoscópico. Es fácil comprender que el Sol, a pesar de permanecer en el mismo lugar, no influye de la misma manera en una ciudad de Europa que en una de América y que así, una persona nacida en Francia el mismo día y a la misma hora que otra persona nacida en México, no tendrá de ninguna manera el mismo “horóscopo”.
Es muy raro ver dos personas nacidas en un mismo lugar y a la misma hora(Aún en el caso de mellizos verdaderos, existe una diferencia en el nacimiento, de un cuarto de hora, una media hora y aún más, lo cual hace “mover” al Ascendente y en consecuencia a las “casas”, pudiendo ir hasta transformar los aspectos planetarios en aquello que se llama las Conjunciones terrestres y celestes (ver especialmente la figura 9 de nuestro libro “Documentación Astrológica")). Por otra parte hemos ya examinado las similitudes posibles de esa cuestión (releer los libros: “La Venida del Gran Instructor del Mundo” y “Los Centros Iniciáticos”).
Resulta también primordial comprender que si el Sol no es lo único que está en juego en la determinación horoscópica y que si el conjunto del Cielo varía de minuto en minuto (la consecuencia inmediata es pues el trazado de las “casas”, factor esencial del sensitivo sub–astral), los otros planetas deben ser buscados en la misma forma en su colocación exacta. Así, dos personas del mismo día con el Sol en el mismo lugar zodiacal, tendrán en su “Tema” a Mercurio o Venus diferentemente situados, y siendo nacidos en el mismo lugar, es preciso tener en cuenta que la Luna progresa 14 grados en una jornada, lo cual ya sobre algunas horas de diferencia en el nacimiento de los seres, los predispone de una manera totalmente diferente a las mismas características.
Los signos del Zodiaco no son algo completamente ficticio, sino que son la influencia resultante de las constelaciones, las cuales son cada una a su vez, un conjunto considerable de estrellas agrupadas en una misma zona. El verdadero astrólogo tiene en cuenta la totalidad cósmica, pero recurre a elementos de síntesis. Así, cada “signo” (30 grados de la eclíptica cada uno) ofrece una influencia general de base, que se define mejor por el detalle de los “decanos” (10 grados), a su vez divididos en “ramas” (3 por decano”) teniendo cada uno un “influjo” bien definido y en fin, aún cada grado (360 del Zodiaco) da una característica especial. En consecuencia, cada planeta (al menos aquellos del cortejo astrológico tradicional) debe ser calculado a un grado cerca del mínimo de distancia para definir el papel influyente que deberá jugar, no solamente por predisposición según la colocación en el instante del nacimiento, sino a medida que él marcha, es decir, que un astro en tal lugar del Zodiaco define tal o cuál característica de base, que será reforzada, disminuida o mezclada a otra influencia, cuando otro astro pase sobre la misma longitud o en puntos muy específicamente establecidos por los “aspectos” (ángulos de separación sobre la eclíptica).
Así pues, el mapa natal astrológico no hace sino ofrecer elementos de predisposiciones viniendo en deducción: a) del “signo” de nacimiento (teniendo en cuenta el “decano”, “rama” y “grado”); b) de la orientación del Eje sensitivo (ascendente natal, puntos de “casas”, tránsitos de esos Ejes sobre la banda zodiacal); c) de la posición de los planetas (su longitud, declinación, latitud, así como de los aspectos que ellos forman entre sí).
Ese conjunto muy preliminar todavía, de 12 signos, 12 casas y 10 planetas, presenta ya sin embargo un mecanismo matemático muy laborioso del cual es inútil insistir sobre el número de combinaciones a las cuales los astrólogos deben aprestarse...
Por tanto, el simple Horóscopo no se detiene ahí... El hecho de tener un esquema del Cielo en el momento de su nacimiento, no implica sino únicamente una percepción de características elementales; se trata de un elemento estático.
Esa especie de fotografía de la orientación celeste para un nativo, no basta para establecer su “destino”, es preciso ahora hacer mover ese conjunto que hemos detenido por un instante con el fin de “fijar” como una huella con la cual se ha de “etiquetar” al sujeto para el cual se quiere establecer el “horóscopo” (del griego “hôra” = hora, el momento; “skopein” = observar, extraer observaciones, hacer deducciones según la hora de nacimiento).
Se puede entonces rehacer un “esquema” del cielo para cada año, partiendo del momento exacto en el cual el Sol regresa sobre el mismo punto de su posición en el nacimiento del sujeto, extrayendo conclusiones para el año en curso según los aspectos planetarios, etc... o establecer entonces un mapa celeste de cada revolución lunar, detallando así el mes en curso por los influjos en juego en el momento de esa configuración. Se tendrá pues cada vez como un “nuevo nacimiento”, según la hora del impacto solar o lunar, teniendo en cuenta el lugar donde se encuentra el sujeto (y no más su lugar de nacimiento) en ese período. En fin, entran entonces en cuenta: las velocidades progresivas de los planetas, la rotación del eje sensitivo, etc... Así está también el cálculo de todos los “tránsitos” de los planetas sobre su colocación en el mapa natal, en comparación de su paso y de los aspectos formados con los otros planetas del esquema de natividad, etc...
Son entonces estos elementos del aspecto cinético los que permiten hacer un estudio más detallado del sujeto, al que se podrá aconsejar sobre los diversos planos de su existencia. La minucia puede ir hasta los más ínfimos detalles, la única cuestión difícil son los numerosos cálculos, de ahí un tiempo más o menos largo para establecer un “Horóscopo” verdadero.
La interpretación no deja ninguna duda a los verdaderos especialistas de la astrología, no obstante (el error es humano) a fuerza de querer buscar ciertos detalles, las omisiones se deslizan en las rectificaciones de los cálculos (centenas de operaciones algebraicas son a veces necesarias). Además, como un aspecto sólo da una significación específica, pero asociada a uno o a varios otros aspectos toma una razón diferente, es frecuente que la mezcla de influencias sea tan complicada, que el psicólogo–cosmobiólogo se pierde en conjeturas.
Ya lo hemos dicho, el astrólogo toma en consideración el conjunto del sistema cósmico, pero en la imposibilidad de colocar uno a uno todos los elementos del mundo astral, se basa sobre los elementos de síntesis. La Astrología Tradicional ha agrupado así, esos elementos indispensables al equipo cosmobiológico. En fin, es preciso tener siempre en mente, que la Astrología es una CIENCIA y aún un ARTE, si se quiere considerar correctamente el sentido con el cual los métodos son desarrollados (se dice igualmente Arte medical).
El término “astrología” es colocado a menudo con todos los vocablos que caracterizan las teorías de las diversas supersticiones vagas; muy numerosos son los investigadores serios que han querido reajustar esa terminología que parece en desuso en nuestra época moderna y que ha sido tan escarnecida por la gran explotación de la credulidad humana en uso en todos los tiempos por charlatanes pocos escrupulosos. Así, se ha propuesto las palabras: antropología cósmica, cosmobionomía, meta–astronomía, astrobiología y cosmobiología como títulos más en relación con nuestra época en la cual la astrología ha retomado su puesto de Ciencia, empleada seriamente por verdaderos sabios y aceptada por la “élite” intelectual.
Ella se divide en dos grandes partes: la una matemática, la otra filosófica. Primeramente se recurre a los cálculos conocidos por todos aquellos que han estudiado los fenómenos del Universo y el mecanismo celeste; más tarde se recurre a un sistema psicológico más racional. Por supuesto, el verdadero astrólogo se ha empapado en todas las partes de la Ciencia: geogenia (hipótesis sobre la formación del globo), cosmogonía (sistema de la formación del Universo), cosmografía (movimiento astronómico), cosmología (leyes generales que gobiernan el Cosmos), astrofísica (estudio físico de los mundos celestes), biología (ciencia de la vida de los cuerpos organizados), ontología (ciencia del ser en general), Bioquímica (estudio de las reacciones que se efectúan en la
intimidad de los tejidos orgánicos), astrosofía (estudio filosófico de los mundos celestes), etc... En fin, el astrólogo digno de ese nombre (El autor, que era ya Presidente de la “Agrupación Mundial de Cosmobiología” (declaración nº 10.022 de la Prefectura de Policía de París), había fundado en Francia el “Sindicato Profesional de los Astrólogos (autorización nº 9847 del 7 de Marzo de 1947)) –que son raros–, debe, por decirlo así, acumular los conocimientos del físico, del químico, del ingeniero, del médico y del filósofo; así, antiguamente ese título era el equivalente de “Sabio” en el sentido de Hombre de Ciencia versado igualmente en los Altos Estudios Espirituales.
Desde la Antigüedad, no hemos visto más a nuestras Facultades otorgar diplomas para Tesis, en las cuales las matemáticas son estudiadas a la luz filosófica y las religiones analizadas bajo el aspecto científico; es solamente en Oriente que podemos ver universidades que enseñan en un espíritu de síntesis, los grandes Conocimientos Humanos(El 7 de Octubre de 1950, el Dr. S. R. De la Ferrière recibía de manos del Presidente U–Ba–Sein de Birmania, una medalla de plata con la mención “For eminence in learning” como resultado de su Tesis, sobre las matemáticas filosóficas en la Universidad Budista de Matemática, Rangoon, (diploma nº 17. Como; “F:M:S:B:”)).
Sea como fuere, en varios grandes Colegios de Europa y América, la astrología es enseñada de nuevo científicamente. En cuanto a las Ordenes Esotéricas, ellas continúan preparando a sus adeptos en las Ciencias Sagradas, teniendo como base el estudio racional de esa primera parte del Gran Saber.
Como ya lo hemos visto, en astrología es imposible tener en cuenta todos los cuerpos del astral (2 millones de sistemas estelares, algunos 40 trillones de estrellas de las cuales 20’000.000 de nuestro sistema son 5 ó 6.000 visibles a simple vista).
“Nuestro” Sol, en el cual reina una temperatura de 6.500 grados, gira sobre sí mismo en 25 días, 4 horas y 29 minutos.
A 58 millones de kilómetros, Mercurio evoluciona alrededor de ese astro–rey.
Más lejos, a más de 100 millones de kilómetros, Venus está toda envuelta en vapores; ella está a unos 40 millones de kilómetros distante de nosotros y su rayo nos llega en tres minutos.
Nuestro planeta, cerca de 150 millones de kilómetros del Sol central, es considerado en Astrología como el punto de partida de todos los cálculos (método geocéntrico) puesto que la influencia de todos los otros planetas (comprendido el Sol) debe jugar sobre los habitantes de esta Tierra. Si se considera al Sol (método heliocéntrico) como siendo el centro (lo cual es astronómicamente exacto), se debería hacer mover igualmente la Tierra en el Zodiaco (exactamente a lo opuesto entonces).
Alrededor de nuestra Tierra y 50 veces mucho más pequeña, la Luna es muy importante en sus influencias sobre el comportamiento de los humanos así como lo es para las mareas, el crecimiento de los árboles, la climatología, las menstruaciones del organismo femenino, etc...
A un poco más de 50 millones de kilómetros de nuestra Tierra, se encuentra el planeta Marte, que es seis veces y medio más pequeño que nuestro globo, y está rodeado de dos satélites (Fobos y Deimos). En fin, si nos alejamos aún en el espacio, nos encontraremos en la zona de los Asteroides (entre Marte y Júpiter) que sería la polvareda astral, restos de la catástrofe sideral que ha visto desaparecer al planeta Juno (en la época de la sumersión de la Atlántida!...) (Ciertos astrólogos ven en “Persefón” el vestigio de Juno?...).
En fin, a unos 600 millones de kilómetros de la Tierra y 1.300 veces más grueso que ella, el planeta Júpiter, en el cual reina una temperatura de menos 135 grados, se encuentra rodeado de sus satélites; es ahí que se perciben las famosas “Lunas de Galileo”.
Al presente, debemos dar un salto de 1 billón y más de 200 millones de kilómetros de la Tierra para encontrar al grueso Saturno (750 veces más voluminoso que nuestro planeta) alrededor del cual gravitan un triple anillo y diez satélites. Esos eran hasta ahí, los planetas visibles a simple vista y conocidos desde la más alta antigüedad, pero el astrónomo Herschell descubría en 1781 a Urano (distante del Sol cerca de 3.000’000.000 de kilómetros). Urano posee también sus pequeñas “lunas” que son: Ariel, Umbriel, Titania, Oberón y Miranda (Esta “luna” fue descubierta en 1949 por el Prof. Kuiper). En 1846, el astrónomo francés Leverrier, estimaba por medio de sabios cálculos, la presencia de un planeta a unos 4 billones y 500 millones de kilómetros del Sol; ese fue el descubrimiento de Neptuno sobre el cual se valúa una temperatura de menos de 220 grados; su satélite tiene el grueso de la Tierra. En fin, a alrededor de 6 billones y 170 millones de kilómetros de nuestro Sol central, se encuentra el lejano Plutón (descubierto en 1930), en el cual debe reinar una temperatura que se considera como cerca de 300 grados bajo cero (menos 293ºC).
Los críticos se lanzan ya para hacer valer que los Antiguos no podían aplicar seriamente la Astrología si ellos ignoraban esos “nuevos” planetas, pero déjesenos decir por el contrario, que no tomamos más en cuenta tampoco, muchos elementos en uso en las deducciones astrológicas de antaño. Y esto se explica muy bien, por el modo de vida extremadamente diferente, y así los planetas nuevamente descubiertos, que influyen sobre atributos de nuestra existencia moderna, a pesar de existir desde siempre, no tenían ninguna razón de ser “conocidos” en un tiempo en el cual sus influencias no podían jugar sobre las consecuencias de una vida que no estaba en relación, sino con elementos perfectamente conocidos. Nada prueba por otra parte, que todo ello no fuese conocido y como dejado a un lado puesto que no se utilizaba, y poco a poco olvidado fue más tarde “redescubierto”.
Urano por ejemplo, aún si hubiese sido conocido, no habría podido servir en nada a los astrólogos de la Antigüedad. Ese planeta caracteriza los eventos brutales, las cosas con una resonancia universal: no se necesitó mucho tiempo después de “su descubrimiento” para que estallara la revolución francesa que tuvo repercusiones en todo el mundo; los ecos de ese evento no fueron solamente de un carácter nacional, sino que estuvieron en el origen de un nuevo estado de ánimo general que se amparó inclusive en la opinión americana. Su paso siguiente sobre el punto de impacto del descubrimiento, se vieron los trabajos de electricidad, el teléfono, más tarde el radio, la radioactividad y las experiencias nucleares.
¿Qué habría hecho el astrólogo de antaño con consecuencias semejantes de la influencia uraniana?
Neptuno, que rige los viajes, las cosas del mar, las cuestiones ocultas, las sociedades secretas, fue desde su descubrimiento la razón esotérica de las grandes empresas coloniales, de las relaciones intercontinentales más estrechas, de la renovación de asociaciones pre–iniciáticas, del “espiritismo” haciendo su aparición suplantando inclusive al “espiritualismo” filosófico. Este planeta que caracteriza la ciencias ocultas, no tenía razón de ser en la Antigüedad, en que se trataba entonces de las Ciencias Sagradas enseñadas oficialmente (influencia de Mercurio y aspecto Saturno–Mercurio para los Colegios de Iniciación).
Plutón, influencia el subsuelo, las cosas internas, las experiencias explosivas, ha venido a simbolizar nuestras guerras modernas así como nuestros trabajos de aspecto futurista. El permite los descubrimientos subterráneos así como los metales o nuevas combinaciones. Recordemos que el mismo vocablo se presta muy bien a las iniciales empleadas para el transporte de carburante: Pipe Line Under The Ocean (Canalización en uso para el abastecimiento de las tropas motorizadas durante la última guerra). ¿Qué habría hecho, una vez más, el astrólogo antiguo frente a una deducción sobre una influencia planetaria permitiendo encontrar un pozo de petróleo?...
En consecuencia, todo está muy bien en el mejor de los mundos...
Cada cosa a su Tiempo, y cada tiempo a su cosa...
Verdaderamente, los descubrimientos no son sino elementos que vienen justo a punto en la época en la cual la necesidad se hace sentir y ello es valedero para todo. El elemento está siempre ahí, lo ha estado siempre, a nuestro alcance, pero no serviría de nada si no se encontrara en qué utilizarlo. Así, ese axioma iniciático tan conocido: “Cuando el Discípulo está dispuesto, aparece el Maestro”... En efecto, el “Maestro” estaba presente, quizá aún al lado del discípulo, pero este no estaba aún preparado, no se hallaba aún en el estadío de “reconocer” al Maestro, ¿de qué sirve entonces que el Maestro se presente? No toca a El de imponerse, sino al alumno de escogerlo, de verlo, de comprenderlo, de seguirlo... El Maestro se muestra, se manifiesta, no se impone, él guía, propone, enseña el camino, advierte de los peligros, anima en los momentos propicios...
Los planetas son un poco nuestros “Maestros”, ellos no se imponen: ellos predisponen. La astrología no implica un Destino ineluctable, sino que ella presenta los diferentes aspectos que es preciso aceptar o rehusar y utilizarla en lo mejor de nuestros juicios con el fin de una evolución con vista al perfeccionamiento del individuo.
Los planetas VIVEN, se mueven, palpitan, tienen sus simpatías o antipatías entre ellos, tienen puntos de influencia más fuerte o menos fuerte según las zonas que atraviesan, que influyen nuestro mundo, todo aquello que se encuentra sobre la Tierra, y vamos a ver una pequeña parte del simbolismo que se liga a ello. La astrología es una Ciencia enorme y no podemos presentar aquí sino una breve visión de los elementos primordiales.
Esta pequeña exposición no será sino un cuadro elemental para ayudar a la memoria y servirá de base para investigaciones más avanzadas.
Al mencionar las distancias y los volúmenes planetarios, hemos dejado voluntariamente números aproximativos (las cifras exactas han sido dadas ya en nuestros escritos precedentes) para no fatigar a los principiantes; además, como no se trata ahora sino de leyes generales de la astrología, nos mantendremos solamente en los caracteres simbólicos. No obstante, antes de abordar esa parte iniciática de la astrología tradicional, vamos a permitirnos todavía presentar un aspecto técnico con los cuadros siguientes:
Planetas |
Revolución Sid. |
Diam. |
Excentri- |
Inclin. según la orb. terrest. |
Color Luz |
MERCURIO |
88 días |
4.740Kms |
0'205 |
7º 0' 8" |
6' 7 |
Planetas |
Rotación |
Diámetro |
Volumen |
Masa |
Densidad |
Gravedad al Ecuador |
MERCURIO |
21 horas |
0,39 |
0,06 |
0,06 |
1,17 |
0,41 |
Pasemos ahora a aquello que interesa directamente a los astrólogos. |
Se notará rápidamente que el Sol recorre así aproximadamente un grado por día, cumpliendo la totalidad de un signo (30 grados) en un período de un mes. Sin embargo, como el Sol en su movimiento aparente reclama 365 días para dar la vuelta al Zodiaco (es la Tierra en realidad quien gira alrededor de él, pero la prolongación del eje Tierra–Sol, viene a tocar una longitud sobre la eclíptica, dando la impresión de que es el Sol quien marca su curso sobre el Zodiaco), ese lapso no corresponde exactamente a la duración igual a una circunferencia que hace 360 grados. Para que el Sol regrese en ese movimiento aparente, al punto exacto cada año, sería necesario, o que la eclíptica hiciese 365 grados, o que la marcha fuese más lenta con el fin de cumplir los 360 grados en 365 días... La cosa es idiota a considerar, y en efecto, es la posición aparente del Sol en el Zodiaco la que parece “morder” cada vez un poco más lejos en el signo ocupado precedentemente; en otras palabras, el Sol pierde cada 72 años UN grado sobre su curso circular, o si se prefiere aún mejor: la fecha de una posición ocupada es avanzada cada vez. Es así que el calendario astronómico debería ser rectificado por lo menos cada 72 años; ya
que en efecto si el Sol (siempre en la apariencia del movimiento circular alrededor del Zodiaco) alcanza a veces el signo del Cordero el 21 de marzo, setenta y dos años más tarde no llegará a ese punto sino el 22 de Marzo, ciento cuarenta y cuatro años más tarde será el 23 de marzo, etc.
Así, las cuatro grandes fechas que marcan las estaciones (Primavera, Verano, Otoño e Invierno) que están caracterizadas por la entrada del Sol en los signos cardinales, Cordero, Cangrejo, Balanza y Capricornio, no pueden más ser admitidas científicamente como siendo el 21 de Marzo, 22 de Junio, 21 de Septiembre y 22 de Diciembre.
Esta consideración había sido aceptada ya en otra ocasión; es así que el 22 de Diciembre, fecha tan importante en el signo del Zodiaco (cero grados del signo Macho Cabrío) sirve para señalar no solamente el solsticio de Invierno, sino el punto culminante, como la cima del Zodiaco, parece estar predestinada a simbolizar el nacimiento del Cristo Jesús. En efecto, ese “Zenit” zodiacal, el emblema de la Cruz, presenta su cabeza cuyo pie estaría en el punto que caracteriza el solsticio de Verano (cero grados del signo del Cangrejo) y los brazos que reposan sobre los puntos marcados por los equinoccios de Primavera (cero grados del Cordero) y del Otoño (cero grados de la Balanza). El Gran Mesías tan esperado no podía nacer sino con una tal posición solar, iluminando el mundo zodiacal como su Palabra habría de traer la Luz a los Hombres.
No obstante, esa célebre natividad no podía ser una fecha fija puesto que ella simbolizaba tanto el nacimiento de un Mesías para los hombres, como una llamada al Cristo Cósmico; por ello, la festividad a respetar fue sobre todo la entrada del Sol en el signo de Capricornio (Macho Cabrío). Ahora bien, si en aquella época el Sol se presentaba en el grado cero del signo del Macho Cabrío, el 22 de Diciembre, setenta y dos años más tarde, se trataba del 23 de Diciembre; ciento cuarenta y cuatro años más tarde, el Sol no alcanzaba ese punto del solsticio sino el 24 de Diciembre y doscientos diez y seis años después de ese gran acontecimiento, el Sol no se presentaría delante de ese “grado crístico” sino el 25 de Diciembre. Así cada 72 años, la fiesta de Navidad era retrasada un día; desgraciadamente la Iglesia de Roma, que había dado ese primer ejemplo de respeto científico en la simbología, creyó en una cierta época que debía “estancarse” sobre la fecha en uso y en donde entonces que toda la cristiandad festeja la ceremonia de navidad en una fecha que de todas maneras se funda en nada preciso.
En efecto, las verdaderas festividades iniciáticas habrían debido respetar esa “Cruz” que se presenta desde siempre en el Zodiaco, pero únicamente observando (no las fechas de los diversos calendarios que son cambiables) los 4 puntos fijos formados por los Ejes: Equinoccios–Solsticios.
Más ay! desde el tercer siglo, la Iglesia Apostólica romana creía útil ya tomar medidas contra los “Astrólogos”(Se calificaba así a los matemáticos, a los médicos, a los filósofos y a todos los iniciados que no se conformaban con la teología de la época. Son sin embargo esos mismos “Astrólogos” quienes habían advertido el nacimiento de un Mesías (se sabe que los 3 Magos son el emblema de los 3 Colegios iniciáticos: ellos simbolizan también las 3 Ciencias Sagradas: Astrología, Qabbalah, Magia).
En Oriente, los Astrólogos son los encargados desde siempre de advertir la llegada de los Cristos, Avatares y otros Grandes Instructores; los “Budas” son aún así anunciados. En el Tibet, los “nienches” indican el lugar y la familia en la cual el futuro Dalai–Lama reencarnará). Por otra parte en el año 295, Dioclesiano había adoptado también varias medidas de represión con respecto a los “iniciados”. En su expedición militar para dominar al Egipto sublevado, ordenó tomar los libros de Ciencias Ocultas y quemarlos. La misma idea hizo lanzar una Ley contra los Astrólogos (quedaba sin vigor evidentemente), pero que insertada en el Código Justiniano ejerció desde entonces una cierta influencia sobre los Padres y sobre su conducta en lo que concierne a las Ciencias Ocultas (Doctrina Esotérica, Tradición Iniciática, Arte Sagrado, en una palabra la Magia de su sentido de “Magisterio” o Dominio sobre el plano de los Altos Estudios Espirituales: la Verdad Eterna).
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En fin, si en su movimiento “aparente” de girar alrededor de la Tierra, el Sol “parece” recorrer la pista del Zodiaco a razón de un grado aproximadamente por día, atravesando cada signo durante un período de alrededor de un mes y regresando a su punto de partida poco después: un año más tarde, para retomar su curso circular, el “parece” también girar en sentido inverso a razón de un grado cada 72 años, atravesando un signo en sentido contrario en 2.160 años y haciendo así un giro retrógrado del Zodiaco en 25.920 años (el gran año de Platón).
Naturalmente, se trata en realidad de un movimiento de todo nuestro sistema y que hace mover en realidad todo el Zodiaco en ese sentido inverso. Sabemos que las estrellas “llamadas” fijas, moviéndose 50 segundos y dos décimos de arco por año, producen por ese hecho, un movimiento de retrogradación de las constelaciones y por ahí mismo del Zodiaco, que parece trasladarse en sentido inverso de la marcha aparente del Sol. Ese es el fenómeno de la precesión equinoccial.
Así el Punto Vernal ha visto sucesivamente aparecer delante de él, las diversas constelaciones: Virgo, Leo, Cancer, Gemini, etc... a razón de cada una de ellas cada 2.000 años más o menos, mientras que el Sol continuaba su ronda zodiacal pasando todos los meses aproximadamente de un signo al otro: Cordero, Toro, Gemelos, Cangrejo, León, Virgen, Balanza, etc...
Ese paso de una constelación al Ascendente Zodiacal ha marcado siempre por su influencia general, la transformación psicológica del mundo y hemos podido darnos cuenta de una aplicación simbólica de ese influjo astrológico sobre la manera de pensar de los hombres. Cada vez sucede así: durante dos milenios los seres humanos parecen aplicarse a respetar las características de la porción zodiacal que se presenta en la intersección de la eclíptica y del ecuador celeste. Esas son las Grandes Eras Precesionales.
Por ejemplo en la época simbolizada así por “Gemini”, el aspecto religioso tomaría su base en el emblema del signo de los Gemelos y que presentaba tan bien la aplicación del Mito: Adán y Eva. Más tarde, la Era “Taurus” veía la adoración del Buey Apis en Egipto, la veneración de la vaca en la India, etc...Al final de esa Edad del “Toro” vemos “coincidir” el regreso del Sinaí por Moisés que ordena a su pueblo de no adorar más al “Becerro” de Oro... Ese es el nuevo período que se abre con “Aries” y hemos hablado ya suficientemente del símbolo de ese “carnero” (el cuerno de ese animal como emblema entre los dioses Amonianos, el “schofar” de los hebreos, etc...); es la edad del sacrificio del Cordero... Pero, he ahí que poco a poco los grados de la eclíptica se desgranan: 5, 4, 3, 2, 1... y el punto vernal se encuentra en el Cero y va a presentarse en el 30avo grado de la constelación de los “Pisces” en el mismo momento en el cual el Sol en su ronda zodiacal pasa el cero grado del signo Macho Cabrío. La Gran Cruz Zodiacal es restablecida y el Cristo Cósmico se manifiesta en Hijo de Dios. La Misión de Jesús se caracteriza según el símbolo mismo de influjo astrológico que pide el empleo sobre la Tierra del emblema que está en el Cielo: los Peces, y el Maestro Nazareno se declara a sí mismo “Pescador” de hombres; humildes pescadores de pueblecillos se convierten en sus primeros discípulos, las “pescas” milagrosas, los sermones cerca de las playas, la multiplicación de los “pescados”, etc... son algunos de los símbolos que recuerdan la Era Pisciana que acaba de aparecer. Los primeros cristianos se reconocían también entre ellos por un signo de contraseña que no era otro sino el dibujo de dos pequeños “peces” (las catacumbas, como numerosas Iglesias conservan aún las pruebas de esa “coincidencia” de símbolos empleados sobre tierra, mientras que en el cielo se presentaba su imagen).
Por otra curiosa coincidencia, una frase griega citada numerosas veces (en las cartas de San Pablo particularmente) viene a apoyar aún con mayor fuerza ese simbólico “Pez”. Si existen varias razones para que el Cristo Jesús sea llamado “Pez”, hay una
especialmente interesante. De la frase “Iesous Christos Theou Ios Soter” (Jesús Cristo nuestro Dios Salvador) retiramos fácilmente de las iniciales: I–CH–TH–I–S, que forman la palabra griega “Peces” (Ichthis).
Los 2.000 años de la Era Piscis han finalizado al presente a continuación de la Edad de los Peces: la Epoca del “Hijo del Hombre” hace su aparición, así como el mismo Gran Instructor “Ichthis” lo había profetizado (Se representa también al Cristo Jesús por el Monograma I–H–S que significa: Jesús el Hombre Solar (Jesus Homo Solis); ese símbolo que se encuentra sobre los cálices, copones y otros atributos de la Misa, como encima de las casullas de los sacerdotes contiene una explicación esotérica de la cual hemos ya expuesto más de una vez sus caracteres iniciáticos (Referencia a “JeHSu” el Maestro Instructor de la Edad Pisciana, el Iniciado de los Colegios del Sur (Escuela “Sa”) y no el "Jesus" histórico (el mismo personaje por supuesto) que sería preciso ligarlo a los Centros iniciáticos del Norte (Escuela “As”). Las primeras civilizaciones de “Sa” han formado las razas “semíticas” y aquellas de “As” (o “Ar”), los “Arianos”).
Por los decires de San Mateo sabemos ya que el “signo del Hijo del Hombre aparecerá en el Cielo” (Cap. XXIV, versículo 30). El “Hijo del Hombre” (el único en el Zodíaco, siendo los otros: la “Virgen” o los “Gemelos”) está representado por la constelación “Aquarius” (Anfora), ese es el signo zodiacal del “Acuario” (la Urna Sagrada del “Portador de Agua” que es también mencionada en la Biblia).
Es así que desde el 21 de Marzo de 1948 percibimos en el Horizonte oriental, la famosa constelación “Aquarius”; esa aparición del “Hijo del Hombre” en el Cielo debe ser reflejada forzosamente sobre la Tierra, con el fin de que se cumpla siempre la Ley Hermética: “Aquello que está arriba es como aquello que está abajo, con el fin de que se realicen los Milagros de los Mundos”.
Ese equilibrio del Macrocosmo y del Microcosmo se presenta en los menores detalles y recordemos una vez más aún esa similitud que existe entre el Mundo “de Arriba” y el mundo “de Abajo”... Si respiramos una vez mientras que nuestro corazón bate cuatro veces, eso parece ser como si marcase la revolución de la Luna alrededor de nuestra Tierra que se realiza en 4 fases distintas. Nuestro Sol, hemos dicho, parece retroceder un grado cada 72 años, mientras que las pulsaciones de un hombre normal medio son del orden de 72 cada minuto. En cuanto a los 25.920 años que el Zodiaco pone para girar sobre sí mismo, digamos simplemente que nosotros respiramos un promedio de 25.920 veces por día, como para simbolizar en el organismo, una jornada de la gran Era cósmica.
El mundo es un gran Hombre y el hombre es un pequeño mundo...
En fin, digamos aún una última palabra sobre la cuestión tan importante de la precesión de los equinoccios. Desde el 21 de Marzo de 1948, hemos entrado en la nueva Edad, la Era del Acuarius, mientras que se presentaba el último grado (ó más bien el primer grado, puesto que se trata de una especie de retrogradación de las constelaciones) de “Piscis”.
En consecuencia, si lo consideramos sobre un Zodiaco FIJO, mantendremos el movimiento aparente del Sol pasando el 21 de Marzo a cero del SIGNO del “Cordero”, el 21 de Abril a cero del SIGNO del “Toro”, etc... Pero, si lo consideramos astronómicamente, es decir, teniendo en cuenta el movimiento real de las Constelaciones, vemos que estas se mueven a través del Zodiaco. Dicho de otra manera, la CONSTELACION “Aries” no se halla más delante del SIGNO “Cordero” (es el grado Cero de “Piscis” quien ha pasado el último grado de la constelación de “Aquarius” quien por 72 años se halla delante del grado cero del signo del “Cordero”).
De la misma manera que para nuestro ejemplo de la fiesta de Navidad, no se trata más del 22 de Diciembre (entrada del Sol en el signo de Capricornio) o aún del 25 de Diciembre, ya que haciendo continuado en esa progresión de un grado todos los 72 años, el Sol “de nacimiento” del Cristo Jesús, que se encontraba a cero grado del Capricornio el 22 de Diciembre, se encontraría para la Era actual el 18 de Enero. En efecto, al hacer la suma de grados cada 72 años, deberíamos llegar en nuestros días a encontrar esa fecha, si el Cristo
debiera “renacer”. Ahora bien, justamente hemos hablado de ese “regreso” del Cristo y las escrituras mencionan ampliamente que el “Hijo del Hombre” vendría cuando se hablara de guerras, etc... Se ha dicho también que El hablara en lenguaje claro y no más en símbolos, etc... El mismo Jesús decía: “cuando el Hijo del Hombre vendrá, El, a saber, el espíritu de Verdad, no os hablará de él...”, etc...
Puede tratarse naturalmente de un Colegio Iniciático hablando en nombre de la Tradición; puede tratarse de una colectividad entera realizando el Espíritu Crístico; de todas maneras, puede tratarse asimismo de un Hombre, de un Ser personificando esa Luz, como los epónimos de Antaño. En resumen, ello debe “MANIFESTARSE” sobre todo abiertamente en el inicio de esa Nueva Edad (la Era Acuarius), pero el personaje (o la Orden Mística, la Comunidad Esotérica, la Colectividad Espiritual que simboliza al “Cristo”) puede tener un nacimiento antes de ese inicio de la Edad Acuariana. Pongamos, para quedar en la simbología tradicional, que en 1948 (inicio de la Nueva Era) y a la vez 33avo año de preparación de esa “MISION”, tendríamos entonces: 1948 – 33 = 1915. En fin, es preciso encontrar el final del año 1915 o el inicio de 1916 (entre la Navidad tradicional del 25 de Diciembre y la fecha exacta de la posición astronómica del 18 de Enero).
Sumando los 72 años llegamos a una progresión de 25 grados sobre la eclíptica en 1872; a partir de ese momento debemos ser minuciosos y tener en cuenta las irregularidades en la longitud de las constelaciones así como en las órbitas de influencia de los grados conforme nuestras progresiones (teniendo siempre en cuenta el Noel simbólico y el Noel verdadero). En consecuencia agregamos poco a poco las fracciones de grados, sumando las fechas. En 1872 adicionamos un semigrado (un grado por 72 años = un semigrado en 36 años) es decir: 1872 + 36 = 1908.
A ese semigado (ó 30’ de arco) que representa una duración de 36 años, debemos agregarle todavía un quinto (o décimo de grado) que hace 6’ de arco o un poco más de 7 años (5 veces 7 hacen 35). Tenemos entonces: 1908 + 7 = 1915.
En ese momento hemos descuidado una pequeña porción, puesto que se trata de “un poco más” de 7 años en realidad, entonces, si de ese 25 de Diciembre de 1915 saltamos un poco más lejos, llegaremos perfectamente a ese 18 de Enero buscado y que se situaría en el año 1916.
En fin, la Simbología Tradicional (y aún profética) se realizaría en todo su esplendor, puesto que partiendo de un “nacimiento” (considerado como la reencarnación crística) en el 18 de enero de 1916 (el “Hijo del Hombre” vendría cuando se hablara de guerra... = gran tormenta mundial de 1914–18) ese sería el 18 de Enero de 1948; los treinta y dos años cumplidos, para venir a manifestar al Mundo de la Nueva Edad, la Gran Misión (Era Acuarius astronómicamente comenzada en ese año 1948). Y como para marcar bien la Línea de continuación del Cristo Jesús, muerto en su 33avo año de edad, la Palabra Eterna se manifestaría precisamente a la Humanidad con sus 33 años de edad física.
Pero, nos hemos dejado ir en consideraciones poco científicas y digamos simplemente que es preciso que los Colegios Iniciáticos hayan reabierto sus puertas en este inicio de la Edad Acuariana y que justamente lejos de traer una nueva “religión” (... “El no hablará de él...”, Juan XVI, 13–14) se trata al contrario de hacer respetar la Gran Ley de la Tradición (...“El, a saber, el Espíritu de Verdad, os hablará en lenguaje claro...”, Juan XVI–25).
Esa “Misión” se manifestará primeramente al EXTRANJERO “Mateo XXV–35) es decir sobre una Tierra que no ha visto Gran Inquisidor o Cristo, un nuevo continente y en un país nuevo... Esa es la razón de la apertura de los Colegios Iniciáticos primero en América (ya explicado en nuestro libro “Los Misterios Revelados”). Ya que es justo que si los últimos Mesías, en su fecha se han manifestado en Asia (Buda), Cercano Oriente o Europa (Jesús) o por el Africa (Mahoma) es el turno de América de ser la primera en recibir la Gran Lección de Sabiduría.
Digamos aún que ya sea en América del Sur, la Cordillera de los Andes, que en su parte septentrional presenta como dos grandes líneas onduladas, o el Centro del Nuevo Continente que ofrece igualmente en su aspecto geográfico como dos grandes ondulaciones (la una formada por las tortuosas regiones de la América Central del continente, la otra por la disposición de las islas que se escalonan desde Cuba hasta delante de la Trinidad), parecen el reflejo sobre tierra del símbolo estelar Acuarius (dos líneas paralelas onduladas).
Para terminar este capítulo, recordemos que los astrólogos no ignoran nada de los movimientos o del mecanismo exacto de la astronomía, pero que únicamente por razones de método, permanecen ligados al sistema de la Tradición. Dicho de otra manera, la disposición de los “signos” aunque más simbólica que real, facilita los cálculos, pero el astrólogo tiene en cuenta sobre todo las influencias de las zonas zodiacales y de ese hecho, poco importa el nombre o aún el lugar exacto de esos signos, puesto que inclusive las fechas no son en tal forma importantes en lo concerniente a la progresión zodiacal (a causa del fenómeno de las precesiones) puesto que es el GRADO de la eclíptica y los ASPECTOS los que son retenidos sobre todo para el establecimiento de un Tema astrológico.
Así poco importa que el 21 de Marzo no corresponda más al signo del Cordero puesto que el astrólogo calculará la posición del
Sol y de otros planetas para esa fecha dada y podrá según el año, la hora, el lugar, definir el carácter de la influencia, que no tendrá importancia ya sea su nombre “Cordero” u otro, puesto que la definición deductiva no proviene del nombre o solamente del Signo, sino de un conjunto complejo de toda una orientación precisa.
Desde ahora mencionemos entonces que a continuación de ese fenómeno de las precesiones, las posiciones deberían ser contadas como sigue (por 72 años en todo caso).
Cero de Aries: el 17 de abril; Cero de Taurus: el 14 de Mayo; Cero de Gemini: el 20 de Junio; Cero de Cancer, el 19 de Julio, Cero de Leo: el 9 de Agosto; Cero de Virgo: el 15 de Septiembre. Notemos al pasar la irregularidad de esas porciones de la eclíptica, ya que no se trata, como para el Zodíaco de la astrología tradicional, de 12 partes iguales en las cuales el Sol podría moverse aparentemente en un mes más o menos. Lejos de tener 30 grados cada vez, tenemos por ejemplo a “Virgo” con 43 grados y medio, lo cual da el 15 de Septiembre al 29 de Octubre (y no más del 23 de agosto al 22 de septiembre).
Al Cero de Libra corresponde ahora (siempre por un período de 72 años): el 29 de Octubre (en seguida sería el 30 de Octubre; 72 años más tarde, el 31 de Octubre, etc...). Al Cero de Scorpius: el 23 de Noviembre, pero esa porción de la eclíptica no presenta sino seis grados tres cuartos, lo que hace presentar la constelación Ophiuchus el 28 de Noviembre y el Sagitarius el 17 de Diciembre. Al Cero de Capricornius corresponde al presente el 18 de Enero, al Cero de Acuarius el 14 de Febrero y al Cero de Piscis el 21 de Marzo (notemos que no se trata más exactamente del grado cero, puesto que cada año hace progresar algunas fracciones; 72 años es igual a Un grado ó 60 minutos de arco; 36 años un SEMIGRADO ó 30 minutos de arco; 18 años un CUARTO DE GRADO ó 15 minutos de arco; 9 años un OCTAVO de GRADO ó 7 minutos y medio de arco).
Nos hallamos actualmente (en 1957) en el décimo año Acuariano y el 21 de Marzo de 1958 señalará: el inicio del undécimo año de la Era Acuariana.
EXTRACTO: Propósitos Psicológicos, Volumen III - Tomo XVIII ( Dr. Serge Raynaud de la F.)